Es un suceso frecuente que uno caiga varias veces en la misma piedra. No podemos explicarnos cómo no podemos verla cuando ya hemos caído la primera vez…pero sin embargo, pasa desapercibida ante nuestra percepción profunda. No vemos que está ahí, algo impide que fijemos nuestra visión en ella y como si de un reclamo se tratase…nos atrae de nuevo para tropezar.
En el fondo de nuestro ser, nos revelamos por pasar una y otra vez por situaciones que, a pesar de considerarlas perjudiciales para nosotros y nuestro equilibrio, tienen un poder de seducción único.
La explicación que podemos aducir para estos continuos tropiezos es, sin duda, el estar frente a un aprendizaje no terminado. Caemos una y otra vez. Abrazamos empeños que ya sabemos cómo han terminado pero no podemos dejar de acometerlos, de nuevo, para intentar terminarlos de otra forma. Lo peor llega cuando nos descubrimos, de pronto, envueltos en las mismas palabras, en los mismos comportamientos y en las mismas conclusiones finales.
Estoy seguro/a que se repetirán en nuestra vida una y otra vez hasta que seamos capaces de resolver lo que debamos de aprender con toda la fuerza y limpieza de nuestro corazón. Cuando seamos capaces de perdonar, de ser compasivos con otros, de no juzgar, de relacionarnos con honestidad y sobre todo, de sustituir el rencor y la rabia por la libertad de dejar ir el veneno que pretendemos lanzar sobre los demás.
Alguna vez tiene que terminar la rueda en la que nos vemos inmersos en un determinado aprendizaje. Porque no sucede con todos. Cada uno debe analizar en qué piedra de su camino cae con más frecuencia y podrá discernir qué aprendizaje tiene en su persona, aún, una carencia. Cuál no está resuelto y qué pautas de conducta debe superar para mejorar el resultado que al final le produce tanto daño.
Yo conozco mi piedra. No es fácil evitarla. He caído demasiadas veces en ella pero cada vez que me levanto, me doy cuenta de una nueva meta a conseguir para mejorar mi camino en relación a lo que ella me indica.
Estas piedras, en definitiva, no son más que mojones indicativos de las aristas que debemos limar en nuestro corazón.
He comenzado, otra vez, a revisar el camino, a mirar mis zapatos y sobre todo a no perder de vista a mis pies para dejar la piedra a un lado, sin molestarla, sin dañarme.
Fuente:
mirarloquenoseve.blogspot.com
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