viernes, 25 de junio de 2010

La Realidad Viviente que Somos

De la misma manera que el espacio hace posible que todas las cosas existan y de la misma manera que sin el silencio no habría sonido, no existiríamos sin la dimensión vital sin forma que constituye la esencia de lo que somos. Podríamos hablar de "Dios" si no hubiéramos abusado tanto de la palabra. Pero prefiero hablar del Ser previo a la existencia. La existencia es forma, contenido, "lo que sucede". La existencia es el escenario de la vida; el Ser es el telón de fondo, por así decirlo.

La enfermedad colectiva de la humanidad radica en que las personas están tan inmersas en los sucesos, tan hipnotizadas por el mundo de las formas fluctuantes, tan absortas en el contenido de sus vidas, que han olvidado la esencia, aquello que está más allá del contenido, de la forma y del pensamiento. Están tan sumidas en el tiempo que han olvidado la eternidad, la cual es su origen, su hogar y su destino. La eternidad es la realidad viviente de lo que somos.
Eckhart Tolle

jueves, 24 de junio de 2010

miércoles, 23 de junio de 2010

....Reflejos



"Como el agua, que sólo puede reflejar claramente el cielo y los árboles mientras nada agite su superficie, la mente sólo es capaz de reflejar la imagen verdadera cuando está serena y relajada por completo."
 (Lao-Tse)

martes, 22 de junio de 2010

La Quietud...

Se ha dicho que "la quietud es el lenguaje de Dios y todo lo demás es una mala traducción". Quietud es sinónimo de espacio. Al tomar consciencia de la quietud cada vez que la encontremos en la vida podremos conectarnos con la dimensión sin forma y atemporal que vive en nosotros y que está más allá del pensamiento y del ego. 

Puede ser la quietud que invade al mundo de la naturaleza, la quietud de nuestra habitación al amanecer o los vacíos de silencio entre los sonidos. La quietud no tiene forma y es por eso que no podemos tomar consciencia de ella a través del pensamiento. El pensamiento es forma; tomar consciencia de la quietud significa estar quedos; estar quedos es estar conscientes sin pensar. En ningún otro momento somos más esencialmente nosotros mismos que cuando estamos en estado de quietud. En ese estado somos lo que éramos antes de asumir transitoriamente esta forma física y mental llamada persona. También somos lo que seremos cuando la forma se disuelva.

Cuando estamos quedos, somos lo que somos más allá de nuestra existencia temporal: consciencia sin forma, eterna.
Eckhart Tolle

lunes, 21 de junio de 2010

Despierta Como Ser Real

                         
 Espiritualidad significa despertar. La mayoría de las personas
están dormidas, pero no lo saben. Nacen dormidas, viven
dormidas, se casan dormidas, tienen hijos dormidas, mueren
dormidas sin despertarse nunca. Nunca comprenden el
encanto y la belleza de esto que llamamos la existencia
humana. Todos los místicos - católicos, cristianos, no
cristianos, cualquiera que sea su teología,
independientemente de su religión - afirman una cosa
unánime: todo está bien. Aunque todo está hecho un desastre,
todo está bien. Esto es sin duda, una extraña paradoja, pero lo
trágico es que la mayoría de las personas nunca llegan a
darse cuenta que todo está bien, porque están dormidas.
Tienen una pesadilla.

Ver sin el Pensamiento

La creación no es para el talentoso, para el dotado, para éstos es la creatividad pero nunca la creación. La creación está más allá del pensamiento y de la imagen, más allá de la palabra y la expresión. No es para ser comunicada porque no puede formularse, no puede envolverse en palabras. Puede sentirse en estado de completa y lúcida atención. No es posible utilizarla y exhibirla en el mercado para que se la regatee y se la venda.

El cerebro total, con sus ocultas urgencias secretas y sus empeños, con sus múltiples variedades de astutas virtudes, debe hallarse completamente silencioso, mudo, pero sin embargo alerta y sereno

Ver sin el pensamiento, sin la palabra, sin la respuesta de la memoria, es por completo diferente de ver con el pensamiento y el sentimiento. Lo que uno ve con el pensamiento es superficial; entonces el ver es tan sólo parcial. Esto no es ver en absoluto. El ver total es el ver sin el pensamiento. Ver una nube sobre una montaña sin el pensamiento y sus respuestas, es el milagro de lo nuevo; ello no es "hermoso", es algo explosivo en su inmensidad; es algo que nunca ha sido y que ya jamás será. Para ver, para escuchar, es preciso que toda la conciencia esté quieta a fin de que la destructiva creación pueda ser. Ello es la totalidad de la vida y no el fragmento que implica todo pensar. No hay "belleza", sino sólo una nube sobre una montaña, eso es creación.
Qué pocos son los que ven las montañas, o una nube. Miran, hacen alguna observación y siguen de largo. Las palabras, los gestos, las emociones impiden ver. Se le da un nombre a un árbol, a una flor, se les pone en categorías, y "eso es tal cosa o tal otra".

La belleza y el amor conocidos por el pensamiento son los opuestos de la fealdad y el odio. La belleza no tiene opuesto, ni lo tiene el amor. La belleza no es del pensamiento ni del sentimiento, ella nada tiene que ver con el emocionalismo o el sentimentalismo.

El "ver" no existe si hay condena o justificación o identificación con el hecho. El "ver" sólo es posible cuando el cerebro no participa activamente sino que observa, absteniéndose de clasificar, juzgar o evaluar.

Para ver debe haber humildad, y la esencia de la humildad es la inocencia. Ahí está esa montaña iluminada por el sol de la tarde; verla por vez primera, verla, como si nunca se la hubiera visto antes, verla con inocencia, verla con ojos que han sido bañados por el vacío, con ojos no marcados por el conocimiento –entonces el ver es una experiencia extraordinaria. La palabra experiencia es fea, se asocia con emoción, conocimiento, continuidad; este ver no es ninguna de estas cosas. Es algo totalmente nuevo. Para ver esta cualidad de lo nuevo tiene que haber humildad, esa humildad que nunca ha sido contaminada por el orgullo, por la vanidad.

Se "ve" con la totalidad del propio ser, el que no se halla en estado de necesidad, conflicto y opción, en estado de pasividad activa; el cerebro permanece completamente quieto, despierto en su totalidad. Ese "ver" es el milagro de la humildad, no es tonto romanticismo ni sentimentalidad con sus crueldades y humores, ni emoción con sus olas de entusiasmo y depresión. Es algo tan completamente nuevo, que en esta atención total sólo hay silencio. Lo nuevo existe desde este vacío.

Hay atención cuando el cerebro está totalmente quieto; vivo y sensible, pero quieto. Ahí no hay un centro desde el cual atender, mientras que la concentración tiene un centro con sus exclusiones. La atención, el ver completo e instantáneo, termina con la soberbia. Este "estado" despierto es humildad. La atención es virtud porque en ella florecen la bondad y la caridad. Sin humildad no hay virtud. 
Krisnhamurti

La palabra "Dios"

La palabra “Dios” ha perdido completamente su significado, a través de miles de años de mal uso. La utilizo a veces, muy escasamente. Por “mal uso”, me refiero a que personas que nunca han tenido siquiera un atisbo del ámbito de lo sagrado, de la infinita inmensidad existente detrás de esa palabra, la utilizan con gran convicción, como si supieran de lo que hablan. O bien, argumentan en su contra, como si supieran qué es lo que están negando. Este mal uso origina creencias, afirmaciones e ilusiones egóticas absurdas, como “Mi Dios o nuestro Dios es el único dios verdadero, y el tuyo es falso”, o la famosa frase de Nietzche: “Dios ha muerto”. 

La palabra Dios se ha transformado en un concepto cerrado. Apenas la palabra es pronunciada, se forma una imagen mental -quizás ya no de un anciano de barba blanca-, pero sigue siendo una representación n mental de alguien o algo fuera de ti; y, sí, casi inevitablemente un algo o alguien masculino.

Ni “Dios” ni el “Ser” ni ninguna otra palabra pueden definir o explicar la inefable realidad que se halla detrás de la palabra, de modo que la única pregunta importante es si la palabra es una ayuda o un obstáculo en cuanto a permitirte experimentar Aquello a lo cual apunta. ¿Apunta acaso más allá de sí misma, hacia esa realidad trascendente, o se presta muy fácilmente a transformarse en nada más que una idea, una creencia en tu cabeza, un ídolo mental?

La palabra “Ser” no explica nada, pero tampoco la palabra “Dios”. “Ser”, sin embargo, tiene la ventaja de ser un concepto abierto: no reduce el infinito invisible a una entidad finita. Es imposible formarse una imagen mental de él. Nadie puede adjudicarse la posesión exclusiva del Ser. Es tu esencia misma, y te es accesible de inmediato como la sensación de tu propia presencia, la sensación de “Yo soy” previa a “Yo soy esto o lo otro”. Así que sólo hay un pequeño paso entre la palabra “Ser” y experimentar el Ser.