jueves, 14 de julio de 2011

... Del Hombre Libre

Hay dos formas de soledad. 
Una que es la soledad del aislamiento,
con su desesperación, tristeza y separación de todo y de todos; 
 la otra, que es la soledad madura del hombre libre,
que al no depender de nada ni de nadie, está relacionado con todo.
Krishnamurti


 

miércoles, 13 de julio de 2011

Cambia... tu !

"No es necesario cambiar el mundo,
basta con cambiarte a ti mismo para que el mundo empiece a cambiar,
porque formas parte de él.
Si un solo ser humano cambia, ese cambio irradiará a miles y miles de personas.
Te convertirás en el detonante de una revolución que dará origen a un ser humano
completamente nuevo".
Osho

Buenos días
Paula
                                                http://ar.groups.yahoo.com/group/unificacionyug/ 

lunes, 11 de julio de 2011

Identificarse con el Pensamiento


Los dogmas —religiosos, políticos, científicos— surgen de la creencia errónea 
de que el  pensamiento puede  contener y encerrar la realidad o la verdad. Los 
dogmas son prisiones conceptuales colectivas. Y lo extraño es que la gente ama 
la celda de su prisión porque le da sensación de  seguridad, una falsa  sensación
de «yo sé». 
Nada ha causado más sufrimiento a la humanidad que sus dogmas. Es cierto
que cada  dogma  se viene abajo antes  o después, porque  su falsedad acaba 
siendo revelada por  la realidad; sin embargo, a menos que  el error básico sea 
visto tal como es, el dogma será reemplazado por otros. 
¿Cuál es el error básico? La identificación con el pensamiento.
El despertar espiritual es el despertar del sueño del pensamiento. 
El reino de la conciencia es mucho más vasto de lo que el pensamiento puede
entender. Cuando dejas de creerte todo lo que piensas, sales del pensamiento y 
ves con claridad que el pensador no es quien tú eres. 
La mente existe en un estado de «nunca tener suficiente», por lo que siempre
ambiciona más. Cuando te identificas  con la mente, te aburres y te inquietas
fácilmente. El aburrimiento  significa que la mente tiene hambre de nuevos 
estímulos, de más  alimento  para el pensamiento, y que  su hambre no está 
siendo satisfecha. 
Cuando estás aburrido, puedes satisfacer «hambre mental» leyendo una 
revista, haciendo una llamada telefónica, poniendo la tele, navegando en
Internet,  yéndote de compras  o —y esto es  bastante común— transfiriendo al 
cuerpo  la  sensación mental de carencia  y la necesidad de  querer siempre algo
más, satisfaciéndolas brevemente ingiriendo más comida. 
O puedes sentirte  aburrido e inquieto, y observar la sensación de estar
aburrido e inquieto. A medida  que vayas dándote cuenta de estas sensaciones,
empezará a surgir algún espacio y quietud en torno a ellas. Al principio sólo
habrá un poco, pero, conforme crezca la sensación  de espacio interno, el 
aburrimiento empezará a disminuir en  intensidad  y significado. De modo que 
incluso el aburrimiento te puede enseñar quién eres y quién no eres. 
Descubres que ser  «una persona aburrida» no es tu identidad esencial. El 
aburrimiento, simplemente,  es un  movimiento interno de la energía
condicionada. Tampoco eres una persona enfadada, triste o temerosa. El 
aburrimiento, el enfado, la tristeza o el miedo no son «tuyos», no son
personales. Son estados de la mente humana. Vienen y van.
Nada de lo que viene y va eres tú.  
«Estoy aburrido»; ¿quién sabe esto? 
«Estoy enfadado, triste, atemorizado»; ¿quién lo sabe? 
Tú eres el conocimiento, no el estado conocido. 
Eckhart Tolle

domingo, 10 de julio de 2011

Identidad Equivocada


Durante doce años, Buda vagó por los bosques haciendo
diferentes prácticas espirituales y meditando.
Y al final llegó el día del regocijo supremo y, sentado debajo de un árbol,
se iluminó.
Lo primero que recordó fue que tenía que volver al palacio para
comunicar la buena noticia a la mujer que lo había amado, al
hijo que había dejado atrás y al anciano padre que cada día
esperaba que volviera.
Éstas son cosas tan humanas que se llevan en el corazón,
incluso en el de un Buda.
 
Después de doce años, Buda regresó.
Su padre estaba enojado, como cualquier padre lo estaría.
No pudo ver quién era Buda ni pudo ver aquello en lo que Buda se había convertido.
No pudo ver su espíritu, que era tan patente y claro.
El mundo entero se daba cuenta, pero su padre no podía verlo.
Su padre lo recordaba con su identidad de príncipe,
pero esa identidad ya no estaba ahí.
Buda había renunciado a ella.
 
De hecho, Buda dejó el palacio precisamente para conocerse a
sí mismo tal y como era. No quería distraerse con lo que otros
esperaban de él.
 
Pero su padre lo miraba ahora a la cara con lo ojos de hacía
doce años. -Soy tu padre –le dijo-, y aunque me hayas hecho
mucho daño, aunque me hayas herido profundamente, te quiero.
Soy un anciano y estos doce años han sido una tortura.
Tú eres mi único hijo, y he intentado seguir vivo hasta que regresaras.
 
Ahora, estás aquí. ¡Toma, hazte cargo del palacio, sé el rey!
Aunque a ti no te interese, déjame descansar. Ya es hora de
que yo descanse. Has cometido un pecado contra mí, casi me
has asesinado, pero te perdono y te abro las puertas.
-Padre, date cuenta de con quién estás hablando –contestó
Buda-. El hombre que dejó el palacio ya no está aquí. Murió
hace mucho tiempo. Yo soy otra persona. ¡Mírame!
-¿Quieres engañarme? –dijo su padre, todavía más enojado-.
¿Crees que no te conozco? ¡Te conozco mejor de lo que nadie
te puede conocer! Soy tu padre, te he traído al mundo; en tu
sangre circula mi sangre, ¿cómo no voy a conocerte?
-Aun así, padre –respondió Buda-. Por favor, comprende. He
estado en tu cuerpo, pero eso no significa que me conozcas.
-De hecho, hace doce años ni siquiera yo sabía quién era.
¡Ahora, lo sé! Mírame a los ojos.
-Por favor, olvida el pasado, sitúate aquí y ahora.
-Te he esperado durante todos estos años –le dijo su padre-, y
hoy me dices que no eres el que fuiste, que no eres mi hijo,
que te has iluminado...
Respóndeme entonces tan sólo a una última cosa:
sea lo que sea que hayas aprendido,
¿no hubiera sido posible aprenderlo aquí, en el palacio, a mi lado, entre tu gente?
¿Sólo se encuentra la verdad en el bosque y lejos de nosotros?
-La verdad está tanto aquí como allí –dijo Buda-.
Pero hubiera sido muy difícil para mí conocerla,
porque me encontraba perdido en la identidad de príncipe, de hijo, de marido, de padre, de ejemplo.
-No fue el pasado lo que abandoné, ni a ti, ni a los demás,
sólo me alejé de la prisión que era para mí mi propia identidad.
 
Buenos Días 
Paula
                                   http://ar.groups.yahoo.com/group/unificacionyug/