jueves, 14 de enero de 2010

Una Reflexión para cada día...



Déjame usarte
Déjame usarte tal como eres. Tú eres Mi creación. A través de los años has
sido entrenado y probado y te has acercado cada vez más a Mí. Te das cuenta
de que por ti mismo no eres nada, pero Conmigo eres todo. Nada es imposible
cuando tu vida está escondida en Mí.
Déjame usarte.
Nunca pierdas tiempo orando por cosas materiales. Yo conozco tus
necesidades y saldré a su encuentro una por una. Eleva tu conciencia y siente
Mi presencia hasta que Yo sea todo lo que importa y SEA tu Todo en Todo.
Dios me Hablo
Eileen Caddy

Bienestar y Satisfacción Espiritual


Un indicador claro de nuestro progreso espiritual es el estado interno de bienestar y satisfacción. Cuando estamos contentos en nuestro interior, de forma natural sentimos amor hacia el ser y a la vez recibimos el amor de los demás. Una vida espiritual elevada significa que el alma consigue todos los logros: conocimiento, virtudes, fortaleza… Cuando están presentes todos los logros en el ser, el bienestar y la satisfacción se manifiestan en el alma de manera natural. 

El estado espiritual de bienestar y satisfacción nos permite irradiar tales vibraciones sutiles hacia el ambiente que pueden ayudar a transformar un alma descontenta y aliviarla de su insatisfacción. Este estado de bienestar y satisfacción es un regalo divino especial. Redescubrimos que la naturaleza verdadera y original del alma es la satisfacción y el bienestar. Con esta especialidad de estar internamente contentos y satisfechos podemos acercar muchas otras especialidades. Ahora bien, la importancia reside en estar contento de manera constante y consistente. Para ello es necesario acumular poder espiritual.

Cuando el alma acumula poder espiritual, no importa cuánto cambien las situaciones, el estado de estar contento no cambia debido a las situaciones. Las situaciones externas van a cambiar de todos modos, pero el estado de satisfacción del ser se mantiene estable. Para tales almas, no importa cuánto pueda intentar sacudirles una situación, se experimentará como la escena de una obra de teatro. En la obra de teatro aparecen diferentes personajes interpretando diferentes papeles y se presentan diferentes situaciones. El alma, desde el estado de satisfacción y bienestar, experimenta la obra de teatro como entretenimiento y diversión.

Simplemente tenemos que seguir observando la obra como un observador desapegado mientras somos la personificación del bienestar y la satisfacción. Verlo todo mientras permanecemos estables en nuestra propia dignidad espiritual. Un pensamiento elevado que nos ayuda a mantener esta consciencia es: Soy una joya espiritual, una joya contenta. Ésta es la dignidad elevada del ser. La clave es mantener constantemente la especialidad del bienestar y la satisfacción de una forma manifiesta en nuestra consciencia.


 Brahma Kumaris World Spirital University

miércoles, 13 de enero de 2010

Ser Práctico


¿Qué significa ser práctico en el contexto de la búsqueda espiritual? Encaminar la búsqueda por un camino práctico. Un camino práctico es uno que está disponible aquí ahora y que se deja recorrer por cualquiera. Significa mirar lo que tengo delante de las narices, cuestionarlo, e investigarlo. Una investigación así debe tomarse como un juego. Para endoctrinarse o cultivarse existen todo tipo de filosofías y religiones; tantas que uno acaba mareado y con un empacho de tanto repetir del bufete espiritual moderno. Eso no significa que carezcan de valor sino que tal vez sea posible simplificar el camino con un poco de iniciativa. Para empezar, ya tienes lo que necesitas: tu experiencia inmediata. Más adelante, quizás un nuevo entendimiento o una manera diferente de ver las cosas te sirva de guía si es necesario.
Si ya eres eso que es, eso que es tiene que estar presente en todo momento. Sería ridículo creer que está en otra parte. Eso que buscas tiene que “estar contigo”, ser tú, o tú no serías –no estarías presente. ¿Crees que no lo encuentras porque todavía no lo mereces? ¿O crees que es tan misterioso que está más allá de tu alcance? ¿O que tienes que morirte físicamente hablando para que la verdad te sea revelada? Cabe la posibilidad de que hayas estado buscando “allá” en lugar de “aquí”, esperando “ese momento” en lugar de concentrarte en ahora.

Imagínate jugar al escondite como si fueras un niño. No se trata de ganar ningún premio, ni de vencer o deshacerte de nadie. Sólo quieres pasártelo bien durante el rato que tengas ganas. Para eso no necesitas conocimientos previos, ni años de práctica, ni entrenador, ni árbitro. 
Vamos a buscar eso que eres, a ver qué encontramos. Seas quien seas está claro que estás consciente. Hay algo en ti que, por decirlo de alguna manera, está leyendo y entendiendo estas palabras, que percibe sonidos, sensaciones corporales, pensamientos...

 Pero, ¿qué es eso que es consciente en este momento, ahí donde tú estás?
 Primero repasemos un par de conceptos fundamentales que aprendemos en clase de lenguaje en primaria. Cualquier experiencia indica una acción. Una acción (lo vemos al construir cualquier oración gramatical) necesita un sujeto y un predicado. El predicado está compuesto por un verbo y por objetos. Pongamos como ejemplo la oración: “el perro come un hueso”. “El perro” es el sujeto, “come” el verbo que indica la acción, y “un hueso” el objeto que en este caso “el perro come”. El sujeto no es el objeto, “el perro” no come “el perro”, y el objeto tampoco es el sujeto, no es “un hueso” el que come.
Del mismo modo podemos establecer que el sujeto consciente no puede ser ninguno de los objetos de los que está consciente.
La dualidad sujeto-objeto es necesaria para el funcionamiento del lenguaje. Así funciona lo que damos en llamar nuestra capacidad conceptual, intelectual, o mente. Y pese a que el hábito de creernos lo que pensamos que pensamos es en sí lío en el que nos encontramos a nivel espiritual, esa capacidad de discernir es también la milagrosa herramienta que nos permite salir de él. Sin esta herramienta seríamos incapaces de investigar nada... o de jugar a este juego que te propongo.
 Juguemos ahora con tu experiencia. ¿Qué forma parte de tu experiencia inmediata?
 Empezaremos por tus percepciones sensoriales: lo que ves, lo que oyes, lo que hueles, lo que tocas, lo que saboreas. Recuerda que es un juego, por lo tanto no necesitas analizar nada en absoluto. Sólo fíjate en en las percepciones de las que tienes conciencia ahora mismo.
 Podrías por ejemplo decir que tienes conciencia de un árbol. Ves un árbol. Vale, juega un poco con esta experiencia que tienes de “un árbol”. ¿A qué distancia está ese árbol de tu experiencia del árbol? ¿A qué distancia se halla lo que experimentas del árbol de tu capacidad de percibir (ver) el árbol? Y ¿a qué distancia de tu experiencia “árbol” se encuentra eso consciente que está presente aquí ahora? ¿A qué distancia estás tú de esa conciencia o presencia?
El árbol se halla a cero distancia de tu experiencia “árbol”, de tu conciencia del árbol y de ti mismo. Es decir, tu capacidad de percibir (en este caso ver) el árbol es tu experiencia “árbol”, y eso es lo que hay del árbol –cualquier otro comentario son ideas que dicen “está al otro lado del jardín” o “a unos 50 metros”. Sin esos comentarios, basándote sólo en tu experiencia, no hay distancia alguna, “árbol” es tu experiencia.
Podrías decir que oyes el tráfico de la calle. Repite el juego. ¿A qué distancia se halla lo que experimentas del tráfico de tu capacidad de percibir (oir) el tráfico? ¿A qué distancia de tu experiencia “tráfico” se halla eso consciente que está presente aquí ahora? ¿A qué distancia estás tú de esa conciencia? El tráfico está a cero distancia de tu capacidad de percibir (oir) el tráfico. Tu experiencia “tráfico” es todo el tráfico que hay –el resto son ideas que tienes sobre la hora punta, la cantidad de vehículos que circulan por tu ciudad, etc.
En ambos casos, si elimináramos tu capacidad experimentar, en este caso de percibir (ver u oir), ¿qué prueba tendrías de la existencia del árbol o del tráfico? Ninguna, ambas cosas desaparecerían inmediatamente sin dejar rastro.
 Continuemos con tus sensaciones corporales. Tal vez tengas los pies fríos, o sientas la presión de tu cuerpo sobre una silla. O tal vez te duela la garganta.
Esos “pies”, ¿a qué distancia de tu capacidad de sentir se encuentra esa experiencia (sensación) “pies”? La sensación de presión del peso de tu cuerpo sobre la silla, ¿a qué distancia se halla de tu experiencia “peso sobre la silla”? Eso que llamas “dolor de garganta”, ¿está cerca o lejos de la experiencia que denominas “dolor de garganta”? Y ¿a qué distancia se hallan esas sensaciones de esa conciencia, presente aquí ahora, que te permite identificarlas? Si pudieras suprimir esa capacidad de sentir eso que llamas “pies”, eso que denominas “presión” y eso que llamas “dolor de garganta”... ¿Qué pruebas tendrías de que hay pies, de que están fríos, de que estás sentado, o de que hay algo llamado garganta que te duele?
 Mira ahora los pensamientos que se van sucediendo. ¿A qué distancia de tu experiencia aparecen y desaparecen? De hecho, si no hubiera un pensamiento que dijera “esto son pensamientos”, ¿qué prueba tendrías de que piensas?
 Tu experiencia es un fluir constante de percepciones, sensaciones y pensamientos... Y si continúas con el juego llegarás a la conclusión que incluso eso es decir demasiado. El árbol... ¿qué prueba tienes de que hay un árbol excepto un pensamiento que te dice “ahí hay un árbol” y que etiqueta tu percepción visual haciendo referencia a un concepto aprendido anteriormente? Esos pies... ¿qué prueba tienes de que hay objetos existentes con derecho propio llamados “pies” fuera de una experiencia (sensación “pies”, tal vez veas “tus pies” al final de “tus piernas”) sobre la que un pensamiento dice “esto son mis pies”?
Cuando miras por la ventana no hay ningún objeto existente que se autoidentifique “soy un árbol”. Del mismo modo, no tienes conciencia de unos objetos independientes de tu experiencia que te informen “somos pies, somos tuyos, y estamos fríos”, “soy el peso de tu cuerpo sobre un ente que es una silla” o “soy parte de tu cuerpo, me llamo garganta, y te estoy causando dolor”.
 Aquí ahora tu experiencia se reduce a un pensamiento, una aparición, que en un momento dice “árbol”, en otro momento dice “pies fríos”, en otro “tráfico en la calle”, y en otro “me duele la garganta”.
 Puedes repetir este juego con cualquier experiencia, con cualquier elemento o aparición que percibas, sientas, o pienses (imagines, recuerdes, sea una emoción o una idea). Cada vez haz preguntas, no sobre su historia, sus causas o sus efectos, sino sobre la experiencia en sí: dónde aparece, cómo la sientes, qué te la anuncia, cómo y dónde desaparece, a qué distancia se halla de la conciencia presente... Y volviendo a la gramática. ¿Quién es el sujeto hacedor de esos elementos de tu experiencia? ¿Dónde está?
 Todo lo que percibes, sientes o piensas son apariciones que surgen y se desvanecen en tu experiencia inmediata y de las que tienes conciencia gracias a eso que es consciente aquí ahora, y que en ningún momento se halla separado del espacio en el que ocurre dicha experiencia. Cualquier experiencia que no esté presente aquí ahora no existe más que como la idea que la enuncia (“esto me pasó ayer/hace x años”, “ojalá ocurra esto dentro de 3 meses”). Y digo “tu” experiencia como puro formalismo para poder escribir una frase que sea comprensible ya que ni siquiera tienes pruebas de que sea “tu” experiencia, pues, ¿de qué otra experiencia estás consciente excepto de esta que ocurre aquí ahora? Y ¿dónde lleva colgada dicha experiencia el título de propiedad que identifica al dueño?
 Todavía podemos simplificar esto un poco más. Todo lo que percibes, sientes o piensas es “lo mismo”. No me refiero a que sea lo mismo en el sentido relativo de la palabra. Está claro que la idea “2x3=7” no es relativamente hablando igual la idea “2x3=6”. Pero en sentido absoluto ambas son pensamientos; incluso la idea “2x3=7 es incorrecto” es un pensamiento que aparece y luego desaparece. Lo que aparece son apariciones y, cada vez, es una idea aprendida e interiorizada la que te informa que “esto es una sensación corporal”, “esto es una percepción sensorial”, “esto es un pensamiento”. Pero date cuenta de que todas estas descripciones son etiquetas clasificadoras que se les cuelga a posteriori: en ningún momento se anuncian a sí mismas como “sensación del cuerpo”, “percepción del mundo allá afuera”, “pensamiento mío”.
 Lo que crea a la persona es un malentendido debido al hábito de tomar en serio estas estructuras de la mente (y del lenguaje) más allá del valor que tienen como herrmientas. La persona es la costumbre de creernos que existe un mundo ahí afuera, independiente de nuestra experiencia inmediata, dentro del cual nos movemos como un cuerpo al que consideramos mío, en el que se halla mi mente, dentro de la cual existe una conciencia (la mía) que me ilumina y me permite evolucionar separadamente del resto de las conciencias humanas (y ahí no sólo nos separamos los unos de los otros sino que además nos separamos del resto de las criaturas, devalúandolas a una existencia de tercera clase sin derecho alguno). Al ignorar nuestra experiencia inmediata creamos la persona que creemos ser y, con ella, todos los miedos que la asedian, sobre todo el miedo a su merma, desaparición o muerte.
 La persona es la creencia en un límite que nos separa de todo lo que aparentemente se halla fuera de “mi persona”. Aprendemos y nos acostumbramos a pensarnos como personas (cuerpo-mente dueño de algo de conciencia) que sobrevive en un mundo gigantesco existente fuera de nosotros. La persona surge cuando colgamos un “yo” equivalente a la persona (con todos sus hábitos y creencias) como sujeto de cualquier aparición en mi experiencia: yo percibo, yo siento, yo creo, yo recuerdo, yo anhelo, yo sufro...
 La experiencia directa contradice totalmente dicha separación y demuestra que lo único consciente es ese espacio en el que todas las apariciones surgen y se desvanecen. Cualquier experiencia nos demuestra que todos esos elementos no son más que ideas que enuncian “esto es eso”, “esto es aquello”, nada más. Y todos surgen y se desvanecen en el mismo “lugar”, en ese espacio innombrable que la literatura llama conciencia (e incluso esta palabra no es más que un concepto o etiqueta más con el cual entendernos).
 Investiga tu experiencia inmediata y cuestiona cada aparición. Para, mira, y date cuenta de como es una idea la que enuncia “esto es un picor”, “’tengo que hacer la cena’ es un pensamiento”, “esto es un sonido”. Fíjate en como todo lo que puedes investigar son objetos de los que estás consciente.
 Si todo lo que aparece y desaparece en tu experiencia son objetos, ninguno de esos objetos puede ser el sujeto. Es decir, si estás consciente del cuerpo (de esas sensaciones corporales), el cuerpo no puede ser el sujeto, el cuerpo no puede ser eso que es consciente. Si estás consciente de pensamientos (imaginaciones, recuerdos, ideas –eso que llamamos mente), la mente no puede ser consciente. Si estás consciente de percepciones sensoriales, el mundo tampoco puede ser consciente de nada.
 Entonces, ¿a qué vas a llamar “yo”? ¿Qué o quién es el sujeto?
 Sujeto sólo puede ser eso que realmente es consciente. La persona, el conjunto cuerpo-mente, no es consciente, sino que es parte de eso de lo que estás consciente. Si lo examinas ni siquiera es un conjunto, pues cada idea “esto es eso” surge de una en una. Y ninguna es consciente de otra porque todas ellas son objetos y los objetos no pueden ser sujeto. Y si la persona es un objeto del que estás consciente y no eso que es consciente, ¿cómo puede haber personas más conscientes que otras? ¿Puede haber personas que necesiten purificarse para merecer experiencias espirituales que confirmen su avance?
 Sabiendo esto ¿qué sentido tiene hablar de sujeto hacedor de dichas apariciones? Indaga esto: ¿De dónde y cómo aparecen? ¿Qué relación tienen unas con otras? ¿Qué las diferencia? ¿Las puedes predecir? ¿Se pueden dominar? ¿Cuánto duran? ¿Cómo desaparecen? ¿Qué queda cuando ya no están?
 Una vez entiendes que los objetos no pueden ser conscientes de nada, ves también que eso que llamamos sujeto tampoco es tal, pues no se puede decir que sea “hacedor” ni “creador”. Como mucho (y esto también es una idea, es decir, una forma de hablar de algo sobre lo que no es posible hablar) eso que es y que es consciente es “un espacio” impersonal (y añado comillas porque no tiene dimensiones, ni atributos, ni bordes, ni centro, ni principio, ni fin, ni se puede medir, y por lo tanto no hay palabra que adecuadamente lo describa) en el que se origina y desaparece nuestra experiencia, es decir, todos los elementos que forman lo que comúnmente denominamos mundo, cuerpo y mente. Al no haber nada más, “espacio” y apariciones no pueden ser más que “de la misma esencia”. Si no encuentras otra cosa, ¿de dónde iban a proceder dichas apariciones? ¿De qué iban a estar hechas? ¿Qué o quién iba a crearlas? Sujeto y objeto son conceptos que nacen y se desvanecen el uno con el otro; sin uno, el otro no sobrevive. Y ninguno es. Sólo “eso que es y es consciente” es.
 Repite este juego una y otra vez con cualquier elemento de tu experiencia inmediata y según las ganas que tengas. Si “encuentras” ese espacio consciente, verás la persona que habías creído ser y todos esos hábitos, miedos y preguntas de manera muy distinta.
 Encontrar ese “espacio” y sentirse a gusto en él es el objetivo de una meditación bien entendida. Encuentra este espacio consciente y “ve” como todo lo que creías que existía (“mi persona”, “mi cuerpo”, “mi mente”, “mi historia”, “el mundo”) son sólo apariciones que vienen y se van sin dejar rastro. Incluso la memoria (los recuerdos) no es más que una idea que aquí ahora enuncia “esto pasó de tal y cual forma”. Fíjate en que lo único que persiste es ese espacio consciente en el que toda experiencia viene y va.
 Ése es el fluir que llamamos vida o existencia. Es un un juego de apariciones que, como luciérnagas en la oscuridad, se encienden, vuelan, y desaparecen en un campo que la literatura denomina conciencia. Sólo las etiquetas que unas apariciones aparentan darles a otras (pensamientos que nos hemos acostumbrado a creer desde que pensamos que pensamos) las clasifican como “yo” o “no yo”, en “aquí” o “allá”, en “bueno” o “malo”. En realidad, sin ninguna etiqueta, ¿qué queda? Nada en absoluto excepto eso que no se puede nombrar.
GEPOSTET VON MARIAN DHARA

lunes, 11 de enero de 2010

¿Cómo se forja el progreso espiritual?



¿Cómo puede evaluar su propio progreso alguien que anhela alcanzar la gran meta del desarrollo espiritual? Esa persona creerá tal vez que los maestros emplean métodos psíquicos, pero quizás se pregunte si no habrá otros métodos más positivos que no incluyan factores intangibles.
Todo desarrollo cultural y mental corresponde en especial al Ser Interno, y sólo se observa cuando ese desarrollo se manifiesta exteriormente. Es semejante al poder contenido en un cartucho de dinamita. No se puede reconocer el alcance de su energía con sólo examinar el material externo con el que está fabricado. Dejar caer al suelo la dinamita no pone a prueba la energía que contiene.

Golpearla con un palo o con una piedra no es un método para descubrir su poder. Probándola químicamente para ver si cambia de color o de tamaño tampoco nos revelará el secreto de su energía. Hasta que se prueba correctamente utilizando los métodos adecuados, se revela su verdadera naturaleza.

Sucede lo mismo respecto al desarrollo psíquico, mental, cultural y místico. Todos los sistemas tienden a formar una reserva de poder. Ho hay forma de probar la capacidad mental de un hombre pesando, midiendo o analizando importantes materias y luego reducirlas a una base sobre la cual, por comparación, se pueda emitir un juicio, a menos que el hombre se dedique a dichas materias. No hay forma de afirmar que un químico está capacitado para soluciones un problema de química, a menos que él esté al frente del problema. No podríamos decir qué es capaz de ejecutar un gran músico, a menos que esté inspirado por algo compatible con el desarrollo elevado de su habilidad musical.

La naturaleza de muchas de las facultades y poderes psíquicos del hombre es conservativa, y están destinados a propósitos específicos, es decir, sólo se expresan en determinados canales, pero mientras esos canales no se abren, las facultades no se manifiestan. Esa facultades poseen un poder invalorable en el desarrollo mental y psíquico. Cuando se usan en forma apropiada, tienen un valor incalculable. Sin embargo, tendrían muy poco valor si se manifestaran en forma constante.

Impresiones Mentales Confusas

Si durante todo el día las facultades psíquicas inculcaran en la conciencia externa una premonición de lo que va a ocurrir, la mente estaría llena en todo momento con las impresiones de los acontecimientos pronosticados. Se perturbaría la tranquilidad mental, se perdería la habilidad para relajarse y reposar, y no habría tiempo para pensar y razonar. La mente se tornaría una masa desequilibrada de impresiones confusas. Muy pronto el valor de la intuición sería negativo y preferíamos no poseerla.

Los poderes curativos y creativos del ser psíquico que pueden desarrollarse mediante cursos apropiados de estudio y ejercicio, no son poderes con los cuales se puede jugar como se jugaría con la cadena de un reloj o con un anillo en los momentos de nerviosismo. Dichos poderes internos sólo se liberan cuando el proceso constructivo del cuerpo humano los necesita realmente.

Mientras el ser humano goce de buena salud y los procesos constructivos sólo requieran en forma moderada la ayuda de los poderes creativos para conservar en buen estado el cuerpo humano, dudaríamos de que nuestros estudios hubieran desarrollado tales poderes. Cuando nos ataca una enfermedad o se nos presenta una emergencia y, por lo tanto, necesitamos verdaderamente la ayuda de los poderes que hemos desarrollado, descubrimos con satisfacción que tenemos a la mano una reserva.

Armonía Psíquica

Podemos decir lo mismo con respecto a la armonía psíquica con el Cósmico. Tal entonamiento es extremadamente intangible e indefinido en una persona activa, normal y saludable.

¿Podría una persona con un corazón saludable estar consciente de ello en todo momento? ¿Consideraría que, debido a que no siente sus latidos en todas partes de su cuerpo, no está sano? ¿Diría usted que una persona es irracional porque dice que duda de la existencia, debido a que no siente palpitar su corazón en todo momento?

Si siempre estuviéramos tan conscientes de la buena saludo como lo estamos de la más leve enfermedad, podríamos valorar mejor los beneficios y bendiciones de la salud. Si estuviésemos profundamente consciente y apreciáramos nuestra buena fortuna como lo hacemos con las situaciones desafortunadas, podríamos valorar mejor los cambios que se realizan en nuestra vida. Cuando mejoramos nuestro entonamiento con el Cósmico y atraemos a nuestro cuerpo un influjo de energía vital y creativa que nos conserva en buen estado previniendo así las enfermedades, damos por sentado que es una cosa normal gozar de buena salud.

No medimos nuestra situación en la vida de acuerdo con las cosas afortunadas y normales, sino por las cosas desafortunadas y desagradables. Consideramos la vida saludable, tranquila y serena como una cosa positiva con la cual podemos contar, y sólo cuando nos falta ciertas cosas a las que hemos estado acostumbrados nos volvemos conscientes de cualquier cambio que sucede en nuestra vida.

En otras palabras, hemos adoptado las condiciones negativas como una medida para evaluar lo que sucede en nuestra vida. Sabemos bien cuando somos afortunados; sabemos que ha ocurrido un cambio desafortunado cuando nos faltan las cosas que deseamos o que hemos poseído. Sabemos que nuestra salud no es satisfactoria una vez que descubrimos que estamos enfermos. Cuando conseguimos a cada paso las cosas que deseamos, las aceptamos en forma más o menos complaciente y suponemos que se trata de algo totalmente normal y que no es nada extraordinario.

Un grave Accidente

Un joven que estuvo varado en el mar sin medios de comunicación, se concentró durante toda la noche con la esperanza de que su madre lo visualizara en su pequeño bote de motor flotando sobre el océano. En efecto, la madre recibió el mensaje visual y telefoneó a la policía; ésta dirigió su búsqueda hacia el mar en vez de seguir buscando en tierra. Ninguna otra prueba le habría revelado a este joven la habilidad que tenía para transmitir mentalmente un mensaje, como cuando tuvo una verdadera necesidad de hacerlo.

Existen muchos métodos mediante los cuales un estudiante puede reconocer su progreso, si él se tomara el tiempo necesario para analizarse. Primero, debe preguntarse si todas las cosas materiales de la vida, todas las indulgencias de la mente objetiva –los pasatiempos, las experiencias interesantes y los incidentes divertidos del pasado- son tan atrayentes ahora como lo fueron anteriormente. Si descubre que algunas de esas cosas le parecen absurdas en la actualidad y que sólo fueron una inútil pérdida de tiempo y de dinero, que fueron cosas infantiles, sórdidas o que menoscabaron su dignidad, entonces puede estar seguro de que su desarrollo cultural ha progresado. Debe advertir, también, si aún le atraen los mismos temas de lectura. Si descubre que en el presente sólo le interesan las lecturas intelectuales, instructivas, apacibles y constructivas, entonces puede estar seguro de que ha progresado intelectualmente.

Problemas de la Vida

Después debe poner a consideración los problemas de la vida. Si descubre que sus puntos de vista son más amplios y que sus problemas ya no tienen el poder de deprimirlo, de hacerle sentir temor o indecisión, puede estar seguro de que su comprensión acerca de los verdaderos valores de la vida ha progresado.

Sin embargo, el simple hecho de analizar nuestra salud o nuestro estado financiero, no constituye un examen adecuado. En primer lugar, es improbable que hiciéramos tal examen cuando todas las cosas parecen indicar que hemos progresado. Por lo general, hacemos un análisis de nuestra situación cuando hay motivos de duda, cuando nuestra salud se encuentra quebrantada, sufrimos problemas financieros, falta de empleo, cuando el ambiente que nos rodea es desagradable, o algo similar nos perturba y nos obliga a analizar la situación. Considerar tales incidentes como una indicación de progreso o falta de progreso, es engañarse a sí mismo.

¿En qué criterio se basa usted para medir su progreso en la vida? ¿Qué significa la vida para usted? Si se encontrara en un barco que se estuviera hundiendo o en un edificio envuelto en llamas y donde toda escapatoria pareciera imposible, ¿haría usted lo que han hecho millones de personas en circunstancias similares? ¿Ofrecería todas sus pertenencias mundanas y las bendiciones de que goza a cambio de su vida? ¿Estaría dispuesto a entregar todas las cosas materiales a cambio de librarse del dilema? Si la vida significa tanto para usted que estaría dispuesto a sacrificar cualquier cosa material para conservarla, sin lugar a dudas su vida será de gran valor para usted en el futuro.

Si usted aceptara vivir otra vez sabiendo que no poeerá absolutamente nada, entonces deberá considerar que ahora es muy afortunado. Con este punto de vista, no importa cuánto progreso alcance financiera, social, políticamente, o en cualquier otra forma, desarrollará una compresión más intensa y más vital de la vida.

Midiendo el Progreso

Si mañana se convirtiera en millonario, ¿diría usted que su desarrollo ha progresado? Esto sería en verdad difícil, porque existen millonarios que no tienen la menor idea de lo que significa realmente el desarrollo y el progreso. Si estuviera en perfecto estado de salud, sin sufrir ningún dolor o malestar, ¿diría usted que ha progresado? Eso también sería muy difícil, ya que el mundo está lleno de gente saludable que no tiene más interés en su propio desarrollo, en el progreso psíquico o en el dominio de sí mismo, que el que tiene un niño en la cuna.

¿Diría usted que liberarse de las preocupaciones, de los cuidados, ansiedades, responsabilidades, deudas obligaciones, tareas, trabajo, etc., indica que ha progresado? Existen hombres sin preocupaciones, responsabilidades, obligaciones, deudas, ansiedades, trabajo, que no tienen más comprensión de lo que usted y yo queremos decir por progreso, que la que tiene el árbol bajo el cual duermen.

El progreso no se puede medir con ninguno de esos criterios. Hay un tiempo y un lugar para cada desafío y para cada prueba, y habrá un tiempo y un lugar para cada demostración y cada manifestación del desarrollo que se está efectuando en su interior. Su primer deber y obligación para con usted mismo es continuar con deseos de progresar y esforzarse por lograrlo. Su deber está claramente definido. Una vez que haya empezado, no debe dudar ni preguntar cómo y cuándo se logra el progreso. Alcanzará el progreso siempre y cuando dirija su mirada hacia la Luz, la Vida y el Amor.

Dr. H. Spencer Lewis, F.R.C.
Revista rosacruz
http://rubiesdesabiduria.blogspot.com/

El Desarrollo Espiritual



Existen cuatro estadios o fases del desarrollo espiritual: La creencia, la fe, la experiencia directa y la adaptación permanente. Dicho de otro modo, uno puede creer en el Espíritu, uno puede tener fe en el Espíritu, uno puede experimentar directamente el Espíritu, y uno puede devenir Espíritu.

1.- La creencia es el primer (y por consiguiente, el más común) de los estadios del desarrollo espiritual. La creencia requiere imágenes, símbolos y conceptos y, en consecuencia, suele originarse en el nivel mental. Pero el desarrollo de la mente atraviesa distintas fases – mágica, mítica, racional y visión-lógica - cada una de las cuales sirve de fundamento a un tipo ( y a un estadio) de creencia religiosa o espiritual.

El estadio de las creencias mágicas (ejemplificado por el vudú y los conjuros mágicos) es egocéntrico y se da tal fusión entre el sujeto y el objeto que aquél cree que la fuerza de su deseo puede llegar a operar sobre el mundo físico y sobre los demás. La creencia mítica, por su parte, suele ser sociocéntrica y etnocéntrica, lo cual significa que diferentes grupos sostienen mitos diferentes habitualmente exclusivos (es decir, si uno cree, por ejemplo, que Jesús es el salvador de la humanidad, no queda lugar alguno para Krishna), y proyecta sus intuiciones espirituales sobre uno o más dioses o diosas (o santos) físicamente desencarnados que tienen el poder de influir sobre las acciones humanas. La creencia racional, que constituye una decisión racional, no representa a Dios o a la Diosa de un modo antropomórfico, sino en tanto que el Fundamento Último del Ser y, en ese sentido, desmitologiza la religión. Se trata de una modalidad que alcanza su cúspide en la creencia-visión lógica y que explica el Fundamento del Ser en tanto que Gran Sistema Holístico, Gaia, la Divinidad, una especie de Eco-Espíritu, la “red-de-la-vida”, etcétera, recurriendo a ciencias como la teoría sistémica.

Todas estas creencias mentales suelen ir acompañadas de sentimientos o sensaciones emocionales muy intensas que no necesariamente son experiencias directas de las realidades espirituales supramentales. En ese sentido, se trata de diferentes modalidades de traslación que pueden ser abrazadas sin transformar en lo más mínimo el propio nivel de consciencia. Pero, cuando la traslación comienza a madurar y la emergencia directa de los dominios superiores comienza a presionar al yo, la creencia acaba desembocando en la fe.
2.- La fe comienza allí donde la creencia pierde su poder. Porque el hecho es que llega un momento en que todas las creencias mentales –precisamente por el hecho de ser mentales y no supramentales o espirituales - pierden su fuerza, pierden su poder sobre la consciencia y comienzan a palidecer porque, a fin de cuentas, (por más que uno crea en el Espíritu como “red-de-la-vida”, por ejemplo) uno no deja de sentirse como un ego separado, aislado y lleno de miedos. De poco servirá, en tal caso, esforzarse en seguir creyendo, porque la creencia habrá dejado ya de funcionar. Es entonces cuando va tornándose dolorosamente evidente que, si bien la mera creencia puede proporcionar algún sentido traslativo, no comporta, no obstante, la menor transformación verdadera. (Y las cosas pueden ser todavía peores en el caso de que uno sustente creencias mágicas o míticas, puesto que tales creencias no sólo no son transformadoras, sino que operan como una fuerza regresiva que aleja a la consciencia de los dominios transracionales.)

Pero también hay que decir que, detrás de la creencia mental en Gaia o en la “red-de-la-vida”, suele ocultarse una auténtica intuición de los dominios espirituales y transmentales, es decir, una intuición de la Unidad de la Vida. Pero esa intuición no podría ser plenamente comprendida mientras nuestra consciencia permanezca atrapada en la creencia porque, en última instancia, todas las creencias, tanto las analíticas como las holísticas, son dualistas y sólo cobran sentido en presencia de sus opuestas. De lo que se trata no es tanto de pensar en la Totalidad como devenir la Totalidad, algo que sólo podrá ocurrir cuando uno deje de aferrarse a creencias sobre la Totalidad. Las creencias no son más que un sustituto del alimento para el alma, calorías espiritualmente vacías que más pronto o más tarde dejarán de fascinarnos y develarán su verdadero rostro.

La fe suele ser el paso intermedio que nos permite dar el salto que conduce desde la pérdida de la creencia hasta la experiencia directa. Quizás, por ejemplo, la creencia en la Unidad ya no ofrezca un gran consuelo, pero la persona todavía tiene fe en ella. Cuando las creencias se tornan insostenibles aparece la fe, la llamada débil pero clara de una realidad superior – el Espíritu, Dios, la Diosa, la Unidad, etcétera - que trasciende la creencia y se encuentra más allá de la mente. La fe constituye la puerta de acceso a la experiencia inmediata de lo supramental y de lo transracional. En ausencia de creencias dogmáticas desaparece la convicción, y a falta todavía de experiencia directa, uno carece de toda certidumbre. La fe es, pues, una tierra de nadie – atestada de preguntas y de ninguna respuesta - que se caracteriza por la determinación (estimulada por una intuición oculta) a encontrar nuestra auténtica morada espiritual en la experiencia directa.

3.- La experiencia directa responde a todas las dudas inherentes a la fe. Se trata de un estadio caracterizado por la presencia de dos fases diferentes: las “experiencias cumbre” y las “experiencias meseta”.

Las experiencias cumbre suelen ser intensas, breves, espontáneas y sumamente transformadoras. Las verdaderas “experiencias cumbre” nos permiten vislumbrar nuestros potenciales transpersonales y supramentales más elevados. Existen varios tipos de “experiencias cumbre”, entre las cuales cabe destacar las experiencias cumbre del nivel psíquico, propias del misticismo natural (el tipo de unidad característico del nivel ordinario), las experiencias cumbre del nivel sutil, propias del misticismo teísta (el tipo de unidad característico del nivel sutil), las experiencias cumbre del nivel causal, que nos permiten atisbar la Vacuidad (la unidad propia del nivel causal) y las experiencias cumbre no duales, que nos abren las puertas a Un Solo Sabor. Resulta evidente, como Roger Walsh ha señalado, que cuanto más elevado es el nivel de la experiencia, más infrecuente es. Este es el motivo por el cual la mayor parte de las experiencias de “consciencia cósmica” son las propias del misticismo natural - o unidad del nivel ordinario - el más bajo de los dominios místicos. Desafortunadamente, sin embargo, son muchas las personas que consideran equivocadamente que este nivel es Un Solo Sabor, una confusión que adquiere visos de epidemia entre los teóricos.

La mayor parte de las personas se hallan, comprensiblemente, en el estadio de la creencia o de la fe (y, ocasionalmente, en el de la magia o del mito). De tanto en tanto, sin embargo, algunos individuos pueden tener una “experiencia cumbre” de un dominio realmente transpersonal que les sacuda muy profundamente (a menudo para mejor aunque también hay que decir que, en ocasiones, para peor). En cualquiera de los casos, sin embargo, ya no se trata de creencias sino de una experiencia real de un dominio superior después de la cual el individuo ya no vuelve nunca a ser el mismo.

Digamos, a modo de corta digresión, que las consecuencias de este tipo de experiencia no siempre son positivas. Porque puede darse perfectamente el caso de que una persona que se halle en el nivel mítico literal-concreto, por ejemplo, tenga una “experiencia cumbre” del nivel sutil que reactive sus mitos concretos y provoque la aparición de un fundamentalismo según el cual su dios mítico particular es el único que puede salvar el mundo, no dudando entonces en sacrificar los cuerpos de quienes se le opongan en aras de la supuesta salvación de su alma. También puede ocurrir, por ejemplo, que alguien que se halle en el nivel visión-lógico, tenga una “experiencia cumbre” del nivel psíquico, en cuyo caso su “nuevo eco-paradigma” se convierte en el único que puede salvar el planeta y tampoco dudará en imponer una suerte de ecofascismo para salvarle. Este tipo de fanatismo religioso (que constituye una confusa mezcolanza de verdades superiores con ilusiones inferiores) resulta casi imposible de desarticular. Es cierto que las “experiencias cumbre” nos permiten acceder provisionalmente a verdades superiores, pero también lo es que esa brevedad puede ir seguida de un retroceso a un nivel inferior y acabar sirviendo de justificación para las más espantosas creencias.

Pero si bien las experiencias cumbre son de breve duración – desde unos pocos minutos hasta unas pocas horas - las experiencias meseta, por su parte, son más estables y duraderas y tienden a la adaptación permanente. Las “experiencias cumbre” suelen presentarse de manera espontánea pero, para convertir una experiencia cumbre en una “experiencia meseta” – para transformar un breve estado alterado en un rasgo duradero - se requiere una práctica prolongada. Casi todo el mundo, en algún momento de su vida, puede tener una breve “experiencia cumbre” y sé incluso de algunos casos en los que, sin necesidad de años de práctica sostenida, ha terminado convirtiéndose en una “experiencia meseta”. Así pues, la creencia y la fe constituyen las modalidades de orientación espiritual prevalente, mientras que las “experiencias cumbre”, por su parte (raras pero auténticas experiencias espirituales), sólo suelen darse en quienes están comprometidos con una práctica espiritual sostenida, intensa, prolongada y profunda.

Al igual que decíamos con respecto a las “experiencias cumbre”, las “experiencias meseta” pueden darse en los dominios psíquico, sutil, causal y no dual. Veamos un ejemplo, tomado del zen, que abarca estos cuatro dominios. Es frecuente que quienes emprendan la práctica de la meditación zen comiencen contando las respiraciones, de uno a diez y vuelta a empezar. Cuando el sujeto puede hacer eso durante media hora sin perder la cuenta, suele recibir un koan como el de mu, por ejemplo (que, por cierto, fue mi primer koan). Así, en los próximos tres o cuatro años, el sujeto se enfrasca durante varias horas al día en esta práctica, concentrándose de continuo en el sonido mu, al tiempo que se pregunta: “¿Cuál es el significado de mu?” o “¿Quién está concentrándose en mu?” Durante ese estadio, el sujeto suele asistir a sesshins de siete días de práctica muy intensa, en donde practica durante el día y la noche.
La primera “experiencia meseta” importante tiene lugar cuando el sujeto puede mantenerse de manera literalmente ininterrumpida en mu durante la mayor parte de las horas de vigilia, en cuyo caso mu pasa a convertirse en parte de su consciencia, hasta el punto de que bien podría decirse que uno se torna mu o, dicho en otras palabras, que el Testigo se mantiene de manera constante durante el estado de vigilia ordinaria. Entonces es cuando se le dice que, para penetrar realmente en mu, debe trabajar también en ese koan durante el estado de sueño. (Cuando escuché esto por vez primera creí que se trataba de un chiste, de ese tipo de bromas tan características de los ritos cuarteleros de iniciación machista, del tipo: “¡Quien quiera formar parte del primer batallón de infantería deberá comerse tres serpientes vivas!”. Yo creía que estaban tratando de asustarme, cuando lo cierto es que simplemente estaban tratando de ayudarme.) Tras otros dos o tres años más de práctica, el sujeto logra mantener una concentración sutil en mu durante el estado de sueño, de modo que la consciencia testigo permanece también de manera constante durante el estado de sueño sutil. A estas alturas, y en la medida en que el discípulo se aproxima al dominio causal no manifiesto (el nivel de la absorción pura), va acercándose también a esa explosión conocida con el nombre de satori, el descubrimiento del “hielo congelado” de la absorción causal pura en la Gran Liberación de Un Solo Sabor, una experiencia que también comienza como una “experiencia cumbre” que, con la práctica, acaba convirtiéndose en una “experiencia meseta” y finalmente en una adaptación permanente.

4.- El término adaptación se refiere simplemente al acceso constante y permanente a un determinado nivel de consciencia. La mayor parte de nosotros ya nos hemos adaptado (o, dicho en otros términos, ya hemos evolucionado) a la materia, el cuerpo y la mente (y por ello podemos acceder a esos niveles siempre que queramos). También hay personas que han tenido “experiencias cumbre” de los niveles transpersonales (psíquico, sutil, causal y no dual). Pero la práctica puede permitirnos evolucionar hasta las “experiencias meseta” de esos reinos superiores que, con la práctica, acaban convirtiéndose en adaptaciones permanentes que nos permiten acceder de manera constante a los niveles psíquico (misticismo natural), sutil (misticismo teísta) causal (misticismo sin forma) y no dual (misticismo integral) de un modo tan habitual como hoy en día lo es, para la mayor parte de nosotros, el acceso a la materia, al cuerpo y la mente. Y esto se manifiesta de un modo palpable en la presencia de una consciencia constante ( sahaja) que perdura a través de los tres estados de vigilia, sueño ( savikalpa samadhi) y sueño sin sueños ( nirvikalpa samadhi). Entonces resulta evidente por qué “lo que no está presente en el estado de sueño profundo sin sueños no es real”. Lo Real debe hallarse presente en los tres estadios, incluyendo el sueño profundo sin sueños, y la Consciencia pura es lo único que se halla presente en los tres. Este hecho resulta perfectamente evidente cuando uno descansa en tanto que Consciencia pura, vacía y sin forma y “contempla” la aparición, permanencia y desaparición de los tres estados, mientras permanece como lo Inamovible, lo Inmutable, lo No Nacido, liberado en la Vacuidad pura de la que emana toda Forma y en la Totalidad resplandeciente de Un Solo Sabor.

Estas son algunas de las fases por las que atraviesa el camino de adaptación a los niveles superiores de nuestra naturaleza espiritual: creencia (mágica, mítica, racional y holística); fe (que no es tanto una experiencia directa como una intuición de los dominios superiores); “ experiencia cumbre” (de los niveles psíquico, sutil, causal y no dual, aunque no en un orden concreto, porque suele tratarse de situaciones muy puntuales); “ experiencia meseta” (de los niveles psíquico, sutil, causal y no dual, casi siempre en este orden, porque para alcanzar un determinado estadio suele ser necesario el estadio anterior) y adaptación permanente (a lo sutil, lo causal, lo no dual, también en ese orden y por la misma razón).

Concluiremos ahora subrayando varios puntos importantes:
- Uno puede hallarse en un nivel relativamente elevado del desarrollo espiritual y permanecer todavía en un nivel relativamente bajo en otras líneas (el nivel psíquico profundo, por ejemplo, puede estar muy avanzado, mientras que el frontal permanece relativamente estancado). Todos conocemos a personas espiritualmente desarrolladas que, no obstante, son bastante inmaduras en el ámbito sexual, en el de la salud física, en la capacidad de establecer relaciones emocionalmente profundas, etcétera. De modo que el acceso constante a Un Solo Sabor no va necesariamente acompañado del desarrollo muscular, ni tampoco le proporcionará un nuevo trabajo, ni una pareja, y tampoco le curará de sus neurosis. Los contenidos profundos de la sombra no desaparecen con la meditación y el acceso a los estadios superiores de la práctica espiritual porque, contrariamente a lo que sostiene la creencia popular, la meditación no es una técnica de descubrimiento. Si lo fuera, la mayor parte de los maestros de meditación no necesitarían psicoterapia, cuando lo cierto es que la necesitan tanto como los demás. La meditación no apunta a develar el material inconsciente reprimido sino a posibilitar la emergencia de dominios más elevados, con lo cual los dominios inferiores siguen siéndolo y tal vez se hallen ahora aún más reprimidos.

No estaría, pues, de más combinar la práctica espiritual con una buena psicoterapia y lo mismo podríamos decir con respecto al ejercicio del cuerpo físico (incluyendo, por ejemplo, el levantamiento de pesas), el cuerpo pránico (t’ai chi chuan), el trabajo con el grupo o la comunidad, etcétera. El único modo sano y equilibrado de proceder con el desarrollo superior consiste, obviamente, en emprender una práctica realmente integral.

- Esto resulta especialmente importante porque la religión civil centrada en la persona (el “paradigma 415”) está fundamentalmente anclado en el estadio de la creencia holística. Para que la mayor parte de las personas vayan más allá de esas traducciones mentales es necesario emprender una auténtica práctica transformadora y la práctica integral es, muy probablemente, la más eficaz porque no sólo subraya la transformación del “yo”, sino también del resto de los cuadrantes –en el Gran Tres del “yo”, el “nosotros” y el “ello” –prácticas transformadoras del yo, de las relaciones, de la comunidad y de la naturaleza, no sólo como un cambio en el tipo de creencia sino en el nivel de consciencia.
Aunque yo haya señalado que el acceso a ciertos estadios requiere de cinco o seis años de dura práctica (y a otros todavía superiores un tiempo cinco veces superior) no se preocupe por ser sólo un principiante. Emprenda la práctica, tenga en cuenta que cinco o seis años pasan en un abrir y cerrar de ojos y que la recompensa bien merece la pena. Si durante ese tiempo, por otra parte, no hace más que escuchar a maestros que le hablan de creencias (ya sean mágicas, míticas, racionales u holísticas) sólo será cinco o seis años mayor. Las creencias holísticas están muy bien – y son muy adecuadas - en el dominio mental, pero no olvide que la espiritualidad tiene que ver con el dominio transmental y que la traslación mental nunca le ayudará a trascender la mente, y la religión civil centrada en la persona tampoco le librará de sí mismo. Le recomiendo, pues, que asuma una práctica contemplativa, transpersonal y supramental. Poco importa lo dura que le parezca la práctica, simplemente empiece. Recuerde el viejo chiste: “¿Cómo puede uno comerse un elefante? De bocado en bocado”.

- El hecho es que, unos pocos bocados después, usted ya habrá logrado considerables beneficios. Tal vez pudiera empezar, por ejemplo, con veinte minutos al día con el tipo de oración de centramiento que enseña el padre Thomas Keating, una práctica cuyos efectos son casi inmediatos (serenidad, apertura, respeto, escucha, etcétera). Practique zikr durante una hora, vipassana durante cuarenta minutos, ejercicios de yoga dos veces al día, visualización tántrica, oración del corazón o cuenteo de las respiraciones durante quince minutos cada mañana antes de levantarse de la cama. Cualquiera de estos abordajes es adecuado, el asunto es que organice su práctica del modo que más le guste, pero que no tarde en dar los primeros bocados…

- Es cierto que tenemos que ser amables con nosotros mismos, pero no lo es menos que también debemos ser firmes. Deje de lado la “compasión idiota”, trátese a sí mismo con auténtica compasión y comprométase seriamente con la práctica. La permanencia en estas prácticas acabará evidenciándole la necesidad de asistir a un retiro intensivo de varios días al año, lo que le permitirá comenzar a convertir las pequeñas “experiencias cumbre” en las “experiencias meseta” iniciales de la práctica. Los años pasarán, pero usted estará madurando e irá trascendiendo de un modo lento pero seguro los aspectos inferiores de sí mismo y abriéndose a los superiores. Entonces llegará un día en el que mirará hacia atrás y se dará cuenta del sueño (porque realmente es un sueño) del que está a punto de despertar.

- El asunto es muy sencillo: Si usted está interesado en una espiritualidad auténticamente transformadora busque un maestro espiritual y comprométase con una práctica. Sin práctica jamás pasará de las fases de creencia, fe y “experiencias cumbre” fortuitas, nunca evolucionará a las “experiencias meseta” y mucho menos a la realización permanente. En el mejor de los casos, será un visitante ocasional en el territorio de sus estadios superiores, un turista en su verdadero Yo.



Ken Wilber


Extractado por Rodrigo Beltrán de
Ken Wilber.- Diario (One Taste). - Editorial Kairós,

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