Los Mayas siempre estudiaron y registraron los eventos del cielo, su alerta fue prevenir al hombre sobre los peligros de no conocer las órbitas, y períodos de grandes residuos que se cruzan con la trayectoria conocida de la Tierra, ellos sabían que para el hombre moderno, descubrir con anticipación un asteroide tan grande que pudiera producir se extinción, y luego desviarlo, sería uno de los mayores logros de la historia humana, y un hecho crucial, que nos uniría como especie. Antiguamente la esfera celeste era el domino de los dioses la aparición sorpresiva de un objeto desconocido que dominaba la noche era motivo de miedo y misticismo. Por ese motivo, los Mayas construyeron observatorios dedicados a estudiar los fenómenos, querían entender sus impredecibles movimientos en el cielo, especialmente después de que establecieron la posiciones de los planetas, y las estrellas. El peligro inminente nos obligaría a construir un nivel de cooperación internacional, a establecer un sistema de comando y control por encima de los países, y una estructura de comunicación mundial, sería la única manera de que los países declinaran su soberanía a una entidad dando paso a dando paso a un gobierno mundial para el bien común. Sería un cambio para trascender la separación que es la base de nuestra sociedad. Si consideramos a toda la humanidad como una gran conciencia que está comenzando a formarse nada tan oportuno como un peligro externo para consolidar esa unidad. La red mundial de Internet permitió la conexión y comunicación de las células inteligentes individuales, y comenzamos a experimentar el conocimiento totalmente compartido: el saber planetario, además, la aparición en cada vez más seres humanos de un sexto sentido permitiría que evolucionemos a un sistema de comunicación más rápido que la luz, el pensamiento.
La organización rápida de un sistema planetario requiere de la cooperación total de todos los seres humanos es una lección de unidad planetaria diariamente, vemos muchos pequeños meteoritos que se desintegran en la atmósfera, que usualmente entran en ignición, dejando una estela a su paso, son los llamado popularmente estrellas fugaces.
Existe un constante bombardeo de partículas, cientos de miles de toneladas de materias extraterrestre caen como polvo cada año, inclusive se especula que la vida en forma de un hidrocarburo, fue traída a la tierra por un meteorito, estudios realizados en 120 cráteres encontrados en distintos lugares permiten establecer que residuos de 3 a 10 metros se desintegran mensualmente en la atmósfera, cada 10 años se desintegran objetos de 30 metros de diámetro, un evento como el de Ton Hudga sucede una vez por siglo y se puede esperar que un objeto de 100 metros cause estragos cada milenio. La velocidad de entrada de los meteoritos es de 11 a 75 kilómetros por segundo, lo que hace que tengan más energía cinética por kilogramo de peso que los explosivos como el TNT. Esa velocidad de entrada hace que la fricción con la atmósfera derrita el bólido y el aire a su alrededor se cargue eléctricamente convirtiéndose en una bola de fuego. Un asteroide de 10 kilómetros de diámetro que entrara 30 kilómetros por segundo, explotaría con una energía equivalente a 15 billones de veces la explosión atómica de Hiroshima. Si choca contra la tierra movería la corteza y produciría un cráter de 180 kilómetros, generando terremotos de 8 puntos en la escala de Rijter en todo el planeta. La explosión que vaporizaría el cometa produciría una lluvia de fuego ocasionando una destrucción de la capa de ozono que terminaría de alterar el clima. Una gigantesca cantidad de materia y rocas ricas en sulfuros sería enviada a la atmósfera rodeando el globo, y encendiendo el cielo. El movimiento de las capas teptónicas, generaría explosiones volcánicas en cadena y los gases sulfurosos, contribuirían a ocultar el sol por muchos años, oscureciendo y enfriando la tierra. En el caso en que el impacto fuera contra el mar, que cubre el 70 por ciento del planeta, se producirían gigantescas olas
El laboratorio nacional de Zambia, una agencia de la NASA utilizó un súper procesador que ejecuta un trillón de operaciones por segundo, un Teraflop, para realizar un modelo sobre la situación. Los científicos quisieron averiguar que sucedería si un asteroide de un kilómetro de diámetro que pesara un millón de toneladas, chocara a 60 kilómetros por segundo en el mar frente a Nueva York. Se concluyó que el cometa se vaporizaría instantáneamente con 500 kilómetros cúbicos de Océano, y produciría una explosión equivalente a la de 10 veces la cantidad de bombas atómicas existentes, simultáneamente. El agua vaporizada cubriría totalmente al planeta y olas de 60 metros devastarían todas las ciudades en costas del océano Atlántico. Esto generaría un invierno igual que el nuclear estudiado por Carl Sagan, que podría durar cientos de años y ocasionaría seguramente la extinción del hombre.
Nuestra sociedad puede defenderse de estas catástrofes, sólo se requiere cambiar apenas la velocidad del meteoro, para que en vez de encontrarse con el centro de la tierra pasa inofensivamente de largo.
Una de las medidas posibles que se estudiaron, fue la de utilizar velas solares que lo frenarían evitando el encuentro con la tierra, esto sólo, si se lo detecta a tiempo. Se fijan al asteroide grandes superficies de Milar, que se inflan como una bolsa de aire, el viento solar ofrece una suave y contante presión, disminuyendo su velocidad, permitiendo a nuestro planeta pasar antes que el bólido por el sitio de encuentro. La ventaja de este sistema es que es seguro para el medio ambiente relativamente barato, fácil de construir y de poner en órbita, los riesgos son que las velas no se abran o que no tengan el tamaño suficiente para hacer el trabajo. Otra manera sería desviarlo hacia otra dirección con la fuerza generada por una explosión nuclear cerca del asteroide, la desventaja consiste en que la radiación nuclear puede devolverse a nuestra atmósfera y contaminarnos a todos, o la explosión puede fragmentarlo en pedazos sin lograr desviarlo, complicando aun mas el problema.
Esto haría que su órbita cambiara lo suficiente para nunca estrellarse con la tierra. Hay dos opciones para destruir el asteroide o cometa, una es pulverizándolo con un cohete nuclear en fragmentos inofensivos, que sólo nos daría un espectáculo de luces al entrar en la atmósfera la tecnología para lograrlo ya existe, sólo se necesita reprogramar el objetivo y puede usarse en el último instante, pero se corre el peligro de la radiación nuclear, y las bombas pueden no ser lo suficientemente grandes para destruir el objeto. La otra opción para destruirlo es utilizar un espejo parabólico, del tamaño de un estadio de fútbol, para dirigir la luz concentrada del sol hacia el cometa, el calor sería muy destructivo y lograría vaporizar el cometa, el peligro es que al apuntarle, no le de el rayo, o que este vaya a dar a un sitio habitado de la tierra. Todas las anteriores son formas tradicionales y físicas para desviar o destruir un cometa, pero también hay que contemplar las formas psíquicas.
En estos momentos, se realizan gigantescas cadenas humanas de meditación que agrupan a millones de seres alrededor del mundo a una hora determinada
Guiados en directo a través de Internet, por un maestro se ha comprobado que la energía que se mueve de esta manera ha sido capaz de generar cambios físicos, alteración de elementos en el tiempo, Sanación a distancia y activación de vórtices energéticos y sitios de poder alrededor del mundo. Imaginemos el poder que tendría una cadena universal con todos los seres humanos concentrados al mismo tiempo en un objetivo común, tal vez, ese sea el objetivo de la aparición de un cometa, hacer que todos los seres humanos se den cuenta de lo que se puede hacer actuando en unidad.
Si a la Luz
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