En el mundo de ayer era sagrado el derecho a la propiedad. En el mundo de hoy es sagrado el derecho a una vida digna.
Martin Luther King pedía en 1967 “una revolución radical de los valores” que nos lleve urgentemente de una “sociedad orientada a las cosas” a una “sociedad orientada a las personas”. Han pasado más de cuarenta años. ¿Por qué seguimos todavía en el mundo de ayer?
En el mundo de ayer, el crecimiento de las personas era menos importante que el crecimiento de la producción. Como la sociedad y el planeta eran meros apéndices de la economía, resultaba aceptable engordar a los bancos a costa de la gente, y, en general, enriquecerse a costa de la sociedad y del mañana. En el mundo de hoy solo puede resultar aceptable lo que beneficie simultáneamente a la sociedad, a las personas y al planeta.
Como las propuestas de los jóvenes (de todas las edades) sentados en las plazas. Propuestas mucho más valientes y sensatas que las de los partidos asentados en el Parlamento. Quienes duermen cerca del suelo viven más de cerca la realidad. Y están mucho más despiertos.
No son antisistema. Los antisistema son quienes dirigen el mundo, con todos sus sistemas y ecosistemas, hacia el colapso.
Toda esta eclosión ha brotado espontáneamente, sin jerarquías, en red, como la vida misma. Con una madurez no-violenta que la distingue de las protestas del último año en Grecia. Con una madurez solidaria que la distingue de la ingenuidad del mayo del ’68. Tenemos internet. Tenemos la madurez de pensar por nosotros mismos, libres de ideologías. Tenemos mayor conciencia.
Martin Luther King pedía en 1967 “una revolución radical de los valores” que nos lleve urgentemente de una “sociedad orientada a las cosas” a una “sociedad orientada a las personas”. Han pasado más de cuarenta años. ¿Por qué seguimos todavía en el mundo de ayer?
En el mundo de ayer, el crecimiento de las personas era menos importante que el crecimiento de la producción. Como la sociedad y el planeta eran meros apéndices de la economía, resultaba aceptable engordar a los bancos a costa de la gente, y, en general, enriquecerse a costa de la sociedad y del mañana. En el mundo de hoy solo puede resultar aceptable lo que beneficie simultáneamente a la sociedad, a las personas y al planeta.
Como las propuestas de los jóvenes (de todas las edades) sentados en las plazas. Propuestas mucho más valientes y sensatas que las de los partidos asentados en el Parlamento. Quienes duermen cerca del suelo viven más de cerca la realidad. Y están mucho más despiertos.
No son antisistema. Los antisistema son quienes dirigen el mundo, con todos sus sistemas y ecosistemas, hacia el colapso.
Toda esta eclosión ha brotado espontáneamente, sin jerarquías, en red, como la vida misma. Con una madurez no-violenta que la distingue de las protestas del último año en Grecia. Con una madurez solidaria que la distingue de la ingenuidad del mayo del ’68. Tenemos internet. Tenemos la madurez de pensar por nosotros mismos, libres de ideologías. Tenemos mayor conciencia.
Jordi Pigem
profesor del Masters in Holistic Science del Schumacher College en Dartington
(Universidad de Plymouth, Inglaterra)
No hay comentarios:
Publicar un comentario