lunes, 13 de julio de 2009

Se necesitan los Maestros Espirituales? (Gurúes)



Se trata de saber si un gurú es necesario o no, ¿puede hallarse la verdad por medio de otro? Algunos dicen que se puede, y otros dicen que no. Pero nosotros queremos saber la verdad, no mi opinión en contraste con la de otro. En este asunto, yo no tengo opinión. O es así, o no lo es. Que sea esencial el que tengan o no un gurú, no es cuestión de opinión. La verdad de este asunto no depende de opiniones, por profundas, eruditas, populares o universales que sean. Lo cierto es que hay que descubrir la verdad de este asunto.

En primer lugar, ¿por qué queremos un gurú? Decimos que necesitamos un gurú, porque estamos confusos y él nos resulta beneficioso. Nos indicará lo que es la verdad; nos ayudará a comprender; sabe mucho más acerca de la vida que nosotros; actuará como un padre, como un maestro para enseñarnos a vivir; posee vasta experiencia, y nosotros muy poca; nos ayuda gracias a su mayor experiencia, y así sucesivamente. Es decir, ustedes fundamentalmente recurren a un instructor, porque están confusos Si tuviesen las ideas claras, no se aproximarían a un gurú. Es evidente que si fueran completamente felices, si no hubiera problemas, si comprendiesen la vida de un modo total, no recurrirían a ningún gurú. Espero que vean lo importante que es esto. Como están confusos, buscan un instructor. Acuden a él para que les muestre un camino en la vida, para que disipe su confusión, para hallar la verdad. Eligen a su gurú porque están confusos, y esperan que él les dé lo que piden. Es decir, eligen un gurú que satisfaga su deseo; eligen de acuerdo con la satisfacción que él les puede brindar y su elección depende de que les satisfaga. No eligen un gurú que les diga "dependan de ustedes mismos"; lo eligen según sus prejuicios. Y puesto que eligen su gurú de acuerdo con la satisfacción que les brinda, no buscan la verdad, sino una salida de la confusión; y a la salida de la confusión se le llama equivocadamente "verdad".

¿Para Qué Sirve un Gurú?

Examinemos primero esta idea de que un gurú puede aclarar nuestra confusión. ¿Puede alguien aclarar nuestra confusión? La confusión es el producto de nuestras reacciones. Nosotros la hemos creado. ¿Creen que alguien diferente ha causado este sufrimiento, esta batalla en todos los niveles de nuestra existencia, tanto interna como externamente? Más bien es el resultado de nuestra falta de conocimiento de nosotros mismos. Como no nos comprendemos a nosotros mismos, como no comprendemos nuestros conflictos, nuestras reacciones, nuestras miserias, recurrimos a un gurú, el cual, según creemos, nos ayudará a librarnos de esta confusión. Sólo podemos comprendernos a nosotros mismos en relación con el presente; y esta relación con el presente es en sí misma el gurú, no alguien de afuera. Si no comprendo esta relación, cualquier cosa que un gurú diga es inútil, porque si no comprendo la vida de relación –mi relación con la propiedad, la gente, las ideas- ¿quién puede resolver el conflicto dentro de mí? Para resolver este conflicto, debo comprenderlo yo mismo, lo cual significa que debo comprenderme a mí mismo en las relaciones. Para comprender, no es necesario ningún gurú. Si no me conozco a mí mismo, ¿para qué sirve un gurú?

De la misma manera que los confusos eligen a un dirigente político, con lo cual estamos ante una elección llena de confusión, así yo también elijo a un gurú. Sólo puedo elegirlo como corresponde a mi confusión; de ahí que, como el dirigente político, el gurú también esté confuso.

Lo importante no es quién está en lo cierto, si yo o los que dicen que un gurú es necesario, sino el descubrir por qué necesitan un gurú. Los gurúes ejercen diversos tipos de explotación, pero esto no viene al caso. Les brinda satisfacción que alguien les diga cuánto están progresando, pero la clave está en descubrir por qué necesitan un gurú. Cualquiera puede señalar el camino, pero ustedes tienen que hacer todo el trabajo, aun cuando tengan un gurú. Como no quieren enfrentarse con eso, descargarán en el gurú la responsabilidad. Éste se vuelve inútil cuando existe un poco de conocimiento de sí mismo. Ningún gurú, ningún libro ni escritura puede darles ese conocimiento; llega cuando se dan cuenta de ustedes mismos en sus relaciones. Ser es estar relacionado; no comprender sus relaciones es sufrimiento y lucha. Una de las causas de confusión es no darse cuenta de su relación con la propiedad. Si no conocen su verdadera relación con los bienes, por fuerza tiene que haber conflicto, lo cual acrecienta el conflicto en la sociedad. Si no comprenden la relación entre ustedes y su cónyuge, entre ustedes y sus hijos, ¿cómo puede otra persona resolver el conflicto que surge de esa relación? Algo análogo ocurre tratándose de nuestra relación con las ideas, las creencias y los demás. Al estar confusos en su relación con las personas, con los bienes, con las ideas, ustedes buscan un gurú. Si es un verdadero gurú, les dirá que se comprendan a sí mismos. Ustedes son la fuente de todo malentendido y confusión, y sólo podrán resolver ese conflicto cuando se comprendan a sí mismos en la vida de relación.

Verdad y Seudo Verdad

No pueden hallar la verdad por medio de nadie. ¿Cómo podrían hacerlo? La verdad no es algo estático; no tiene morada fija, ni un fin ni una meta. Por el contrario, es vida, dinamismo, alerta, vitalidad. ¿Cómo podría ser un fin? Si la verdad fuera un punto fijo, ya no sería la verdad; sería entonces una mera opinión. La verdad es lo desconocido, y una mente que busca la verdad jamás lo encontrará, porque la mente está formada por lo conocido. Es el resultado del pasado, del tiempo, algo que pueden observar ustedes mismos. La mente es el instrumento de lo conocido, y de ahí que no pueda hallar lo desconocido; sólo puede moverse de lo conocido a lo conocido. Cuando la mente busca la verdad, la verdad leída en libros, esa "verdad" es autoproyectada, pues entonces la mente sólo anda en busca de lo conocido, de algo conocido más satisfactorio que lo anterior. Cuando la mente busca la verdad, lo que busca es una proyección de sí misma, no la verdad. Un ideal, después de todo, es autoproyectado, es ficticio e irreal. Lo real es aquello que es, no lo opuesto. Pero una mente que busca la realidad o Dios, busca lo conocido. Cuando piensan en Dios, su Dios es la proyección de su propia concepción; el resultado de influencias sociales. Sólo pueden pensar en lo conocido; no pueden pensar en lo desconocido, no pueden concentrarse en la verdad. En el momento en que piensan en lo desconocido, ya es simplemente lo conocido, una proyección de "mí mismo". No se puede pensar en Dios o en la verdad. Si piensan en ellos, no es la verdad. Sólo pueden ir en pos de lo que es conocido. Cuando la mente no está torturada por lo conocido, o por los efectos de lo conocido, sólo entonces puede revelarse la verdad. La verdad está en cada hoja, en cada lágrima; ha de ser captada de instante en instante. Nadie puede conducirlos a la verdad; y si alguien los conduce, sólo puede ser a lo conocido.

La verdad sólo puede venir a la mente que está vacía de lo conocido. Llega en un estado en el que lo conocido está ausente, no actúa. La mente es el almacén de lo conocido, el residuo de lo conocido; y para que la mente se halle en ese estado en que lo desconocido se manifiesta, debe darse cuenta de sí misma, de sus experiencias anteriores, tanto conscientes como inconscientes, de sus respuestas, reacciones y estructura. Cuando hay un completo conocimiento de sí mismo, entonces, lo conocido tiene fin y la mente queda vacía de todo lo conocido. Sólo en ese momento, la verdad puede llegar a ustedes, sin que la inviten. La verdad no pertenece ni a ustedes ni a mí. No pueden rendirle culto. En cuanto es conocida, es irreal. El símbolo no es la realidad, la imagen no es lo real. Sin embargo, cuando hay comprensión de uno mismo, cesación del "yo", entonces surge lo eterno.

Krishnamurti.

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