“Los árboles tienen pensamientos dilatados, prolijos y serenos,
así como una vida más larga que la nuestra.
Son más sabios que nosotros, mientras no les escuchamos.
Pero cuando aprendemos a escuchar a los árboles,
la brevedad, rapidez y apresuramiento infantil de nuestros pensamientos
adquiere una alegría sin precedentes.
Quien ha aprendido a escuchar a los árboles, ya no desea ser un árbol.
No desea ser más que lo que es”.
(Herman Hesse, El viandante)
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