martes, 24 de noviembre de 2009

Espiritualidad y religión



¿Cuál es la función de las religiones establecidas en el surgimiento de la nueva conciencia? Muchas personas son ya conscientes de la diferencia entre espiritualidad y religión. Se dan cuenta de que tener un sistema de creencias —un conjunto de ideas que uno considera la verdad absoluta— no vuelve espiritual a nadie, sea cual sea la naturaleza de dichas creencias. De hecho, cuanto mayor peso tienen nuestras ideas (o creencias) en nuestra identidad, más nos aislamos de la dimensión espiritual que hay en nuestro interior. Mucha gente «religiosa» está atascada en este nivel. Equiparan verdad con pensamiento y, como están completamente identificados con el pensamiento (con su mente), aseguran estar en posesión exclusiva de la verdad, en un intento inconsciente de proteger su identidad. No se dan cuenta de las limitaciones del pensamiento. Si tú no crees (piensas) exactamente como ellos, a sus ojos estás equivocado, y en un pasado no muy lejano se habrían sentido justificados para matarte por ello. Y algunos todavía lo hacen ahora. La nueva espiritualidad, la transformación de la conciencia, está surgiendo en gran medida fuera de las estructuras de las religiones institucionalizadas existentes. Siempre hubo áreas aisladas de espiritualidad, incluso en las religiones dominadas por la mente, aunque las jerarquías institucionalizadas se sentían amenazadas por ellas y muchas veces intentaron suprimirlas. La espiritualidad a gran escala fuera de las estructuras religiosas es un fenómeno totalmente nuevo. En el pasado, esto habría sido inconcebible, sobre todo en Occidente, la cultura más dominada por la mente, donde la Iglesia cristiana tenía prácticamente la exclusiva de la espiritualidad. Era imposible dar una charla espiritual, o escribir un libro espiritual, a menos que se contara con la aprobación de la Iglesia; y a quien no contaba con ella lo silenciaban rápidamente. Pero ahora, incluso dentro de ciertas iglesias y religiones, hay señales de cambio. Es reconfortante, y hay que agradecer hasta las mínimas señales de apertura, como la del papa Juan Pablo II al visitar una mezquita y una sinagoga. En parte como consecuencia de las enseñanzas espirituales que han surgido fuera de las religiones establecidas, pero también debido al influjo de las antiguas enseñanzas orientales, un número cada vez mayor de seguidores de las religiones tradicionales ha conseguido librarse de la identificación con la forma, el dogma y los rígidos sistemas de creencias, y ha descubierto la profundidad original oculta en su propia tradición espiritual y, al mismo tiempo, la profundidad que hay dentro de ellos mismos. Se han dado cuenta de que ser «espiritual» no tiene nada que ver con lo que cree, y que todo es cuestión de tu estado de conciencia. Esto, a su vez, determina cómo actúas en el mundo e interactúas con otros. Los que son incapaces de mirar más allá de la forma quedan aún más atrincherados en sus creencias, es decir, en su mente. En esta época no solo estamos presenciando un flujo de conciencia sin precedentes, sino también un atrincheramiento e intensificación del ego. Algunas instituciones religiosas se abrirán a la nueva conciencia; otras endurecerán sus posturas doctrinales y pasarán a formar parte de todas esas otras estructuras artificiales con las que el ego colectivo se defiende y «contraataca». Algunas iglesias, sectas, cultos o movimientos religiosos son básicamente entidades colectivas del ego, tan rígidamente identificadas con sus posiciones mentales como los seguidores de cualquier ideología política que esté cerrada a toda interpretación alternativa de la realidad. Pero el ego está destinado a disolverse, y todas sus estructuras anquilosadas, ya sean instituciones religiosas o de otro tipo, corporaciones o gobiernos, se desintegrarán desde dentro, por muy firmemente establecidas que parezcan estar. Las estructuras más rígidas, las más impenetrables al cambio, se hundirán las pri- meras. Esto ha sucedido ya con el comunismo soviético. Qué firmemente establecido parecía, qué sólido y monolítico, y sin embargo, en unos pocos años, se desintegró desde dentro. Nadie lo había previsto. A todos los cogió por sorpresa. Todavía nos aguardan muchas más sorpresas.
un segmento del libro "Un Nuevo Mundo, Ahora"
Eckart Tolle.

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